FILBA: Un balance

Por Hernán Vanoli


El mero hecho de que la ciudad de Buenos Aires haya tenido un Festival Internacional de Literatura es algo que merece celebrarse. Si, además, el evento contó con casi nulo apoyo estatal y unos pocos auspiciantes privados, toda crítica posible pasaría a jugar en el terreno del infantilismo destructivo.

Habría que hablar, en cambio, de un Gobierno de la Ciudad que no pareció apoyar demasiado mientras invierte cifras siderales en campañas como aquella de la gente que hace deporte metiendo basura en los tachos. O de emporios mediáticos que no dieron el apoyo ni la cobertura suficientes a un acontecimiento sin precedentes en la Ciudad, en un contexto donde la proliferación de festivales aún no se había detenido en la literatura. Así, puede resultar extraño que el FILBA no haya despertado grandes pasiones a quienes tienen el poder, pese a que un país como Colombia, atravesado por las difíciles consecuencias de la violencia política y del narcotráfico, y que cuenta sólo con 1 (una) figura como García Márquez, es capaz de postular a Bogotá como “capital latinoamericana de la literatura”, y hacerlo exitosamente.

Lo cierto es que el público respondió de manera interesante, y que hubo charlas y performances imperdibles, como la de Pedro Lemebel tras haber sido entrevistado por Fernando Noy, o el ritual de cierre llevado a cabo por Mario Bellatin el último domingo por la noche, donde el escritor peruano – mexicano leyó un texto durante casi una hora. No faltaron tampoco asistentes provenientes del ambiente artístico extra-literario, como el artista Roberto Jacoby o la actriz Analía Couceiro, entre otros. El Domo, la extraña carpa inflable ubicada en los jardines del MALBA, fue además testigo de las charlas, discusiones e intercambios entre muchos escritores locales y los escritores visitantes ansiosos por embeberse del color local de Buenos Aires, y sus lectores.

Aciertos y preguntas

Vale la pena entonces decir que el FILBA no sólo demostró el compromiso y el tesón puesto por sus organizadores, encabezados por Pablo Braun y Soledad Constantini, sino que fue un experimento más que beneficioso pensando en sus (ojalá) próximas ediciones.

Quizás hubiera sido interesante ver a unas pocas menos figuras extranjeras y, en cambio, ofrecer un mayor lugar a las relaciones entre literatura y política, con la vastedad de mesas y de propuestas que ese cruce puede habilitar. Privilegiar, en otras palabras, al escritor como actor político cultural antes que como starlet artístico transnacional. También hubiera sido buena la posibilidad escuchar a más poetas jóvenes, y, por supuesto, al Quinteto de la Muerte, el grupo de narradores que viene desarrollando una mística especial en el circuito subterráneo de la narrativa porteña. Proponer un juego entre los internacional y lo propio, lo aún no legitimado. Sin embargo, el planteo general del Festival fue más que acertado, y desde el ciclo de charlas sobre Roberto Bolaño hasta las mesas que discutían el estatuto mismo de los festivales literarios, la variedad y relevancia de los ejes propuestos, y la calidad de invitados como Horacio Castellanos Moya, Nicole Krauss y Juan Villoro, fueron más que satisfactorias.

El FILBA, entonces, no sólo fue un evento exitoso, sino que habilita también una serie de preguntas que nos permiten reflexionar sobre el actual estado de lo literaio. ¿La literatura no ya como práctica cuyo destino final es el objeto-libro, sino como eje de discusiones, lecturas colectivas, performance y sociabilidades capaces de disputarle su centralidad a las prácticas de lectura más tradicionales? ¿El lugar de la literatura debe ser, a fin de cuentas, el museo? ¿Lo literario leído en circuito virtuoso con el turismo? ¿El retorno final y definitivo de la figura de los autores? ¿Los autores como embajadores de sí mismos? ¿Los festivales como nuevos productores del cánon? ¿Qué lugar y que función, entonces, para este nuevo tipo de público que acude a los festivales? Enunciarlas, y comenzar a pensarlas, podrían ser otras de las consecuencias del primer FILBA.

Publicado el Miércoles 19 en la sección Culturas del Diario Crítica de la Argentina.